JOSÉ MARÍA LOPERA

 

EL SANTÓN

 

Aquél Santón tenía

todo lo que adornaba

a personajes bíblicos:

el cabello rizado

y la barba sedosa

con reflejos canosos,

y un contraste de luz

en la sombra morena

de su rostro apacible,

sonriendo dulzura.

Sus ojos eran negros

como los del caballo

que montaba el Jalifa

en la fiesta de Aid el Kibir *.

Se sentaba en un poyo

de la antigua herrería,

que ocupaba la estancia

del que fuera resguardo

de Bab al-Okla*,

y espantaba las moscas

con las crines brillantes

del rabo de un becerro,

mientras rapé esnifaba.

En su blanco atuendo,

el sol resplandecía.

Mohamed y Abdelkader,

amigos de la infancia,

siempre que nuestros juegos

lo deparaban próximo,

le besaban la mano

con respetuoso júbilo.

Yo me hacía el distraído

por no lanzar al vuelo

la envidia que sentía

entre mi disimulo…

 

*Esta fiesta musulmana, que conmemora el Sacrificio de Abrahán, es equiparable con la Pascua de Resurrección de los Cristianos.

De África, 2007.


ROSSO *

(Ciudad mauritano-senegalesa)

Eres como una mano

y otra del mismo tronco,

luz y sombra gemelas

del mismo parto a término,

palabra semejante

para arrancar el eco,

único iris

que prolonga colores

en el mismo latido;

riberas fraternales

que el río Senegal une en sus aguas.

Eres dos sinrazones caprichosas

del límite del hombre

que todo lo divide

y todo lo ambiciona,

una línea en frontera

que separa a lo ancho

al río Senegal

hasta ponerlo en trance

de ignorar lo que bebe.

Yo bebo la tristeza

de una anciana llorosa, sin papeles,

que ansía sin lograrlo

acudir a su hija parturienta.

El río también llora.

 

*Rosso jugó un papel importante en la época colonial francesa como nexo entre Mauritania y Saint Louis de Senegal, capital de la Región Mauritano-Senegalesa. Tras la independencia de ambos países, se constituyeron las fronteras por donde no las había.

De África, 2007.


EN LA ÁNFORA DEL SUR…

 

En la ánfora del Sur,

que comenzó tartessia

y sigue inacabada,

el tiempo nebuloso,

en sedimento, vive.

En la ánfora del Sur,

que comenzó tartessia,

hay tanto barro viejo

que sus huesos no saben

de qué estrella son parte.

De Sentimientos que anidan. 2001

 

Más poemas de este autor en su web