WALTER BENJAMIN

Algunos escritos

          

Calle de mano única  (1926-1928)  

AMPLIACIONES

 Niño que lee

De la biblioteca del colegio se recibía algún libro. En los grados inferiores, los libros se repartían, y sólo muy de vez en cuando, uno se atrevía a expresar un deseo. A menudo se veían en otras manos, con envidia, libros que uno mismo deseaba. Finalmente, uno recibía el suyo. 

Durante una semana, uno se entregaba por entero al torbellino del texto que lo envolvía suave y silencioso, denso e incesante como copos de nieve. Uno se internaba con infinita confianza. ¡El silencio del libro llamaba y llamaba! El contenido no era tan importante. Porque la lectura coincidía con la época en que aún uno mismo inventaba historias en la cama. 

El niño trata de seguir los caminos imprecisos de esas historias. Se tapa los oídos mientras lee; el libro está sobre la mesa, demasiado alta y una mano descansa siempre sobre la hoja. Todavía lee las aventuras del héroe en el torbellino de las letras como si distinguiera los contornos de una figura y percibiera el contenido de un mensaje entre los remolinos de una tormenta de nieve. Su aliento se confunde con la atmósfera de los acontecimientos y todos los personajes lo respiran. 

El niño se mezcla mucho más íntimamente con los personajes que el adulto. El acontecer y las palabras cambiadas lo afectan en lo más hondo, y cuando se levanta, todo él se ha impregnado de lo leído.

 

Escritos. Programa de un teatro infantil proletario (1928)

... La representación teatral es la gran pausa creadora en la obra educacional. Es en el reino de los niños, lo que el carnaval era en los cultos antiguos. Se invierten los términos, y así como en las saturnales romanas el amo servía al esclavo, durante la función están los niños en el escenario para enseñar y educar a los atentos educadores. Aparecen nuevas fuerzas, nuevos impulsos que el director a menudo no conocía, que sólo ahora, en esa salvaje liberación de la fantasía infantil, y no durante el trabajo, llega a conocer. 

Los niños que han hecho teatro de esa manera se han liberado en tales representaciones. Su niñez se realiza jugando. No arrastran un lastre que más tarde inhibirá, con sus plañideros recuerdos de infancia, una actividad libre de sentimentalismo. Al mismo tiempo, ese teatro es el único que sirve al espectador infantil. Cuando los adultos hacen teatro para niños, resultan de ello tonterías.

            En ese teatro infantil vive una fuerza que aniquilará el gesto seudorrevolucionario del más reciente teatro burgués. Pues no es verdaderamente revolucionaria una propaganda de ideas que, de vez en cuando, estimulan acciones irrealizables y desaparecen ante la primera reflexión sobria a la salida del teatro. Verdaderamente revolucionaria es la señal secreta  de lo venidero que se revela en el gesto infantil

Crónica de Berlín (versión previa de Infancia en Berlín)

Ciertamente se mostraban las grandes historias, muchas veces interrumpidas, para reanudarse más adelante como pasillos subterráneos que surgen al final. Y era bellísimo cuando los aromas que provenían del pan de Navidad se elevaban a las alturas en donde veíamos resplandecer globos o ruedas de agua y se mezclaban con el aroma del pan de especias, o una canción de Navidad tejía una aureola alrededor de la cabeza de Stephenson, que surgía en lo alto de dos páginas como el retrato de un pariente tras la puerta entreabierta, o el aroma del pan de especias se unía al de una mina de azufre siciliana que nos golpeaba de repente de cuerpo entero como si fuera un retrato. Pero si, aferrado firmemente a mi libro, entraba yo en la mesa con los regalos, entonces ya no estaría como a un paso de la habitación de Navidad, casi planeando sobre mí, sino que era como si yo bajara un pequeño escalón que me conducía desde mi castillo espiritual hasta la mesa.

             Esta felicidad que yo recuerdo viene acompañada de otra felicidad, la de poder recordarlo. Ya no me es posible separar una de otra. Es como si fuera un pequeño regalo del instante el hecho de que tal regalo no sólo se me concede sino que, además, sé que nunca lo perderé, por mucho tiempo que pase entre uno y otro momento de su evocación.

 

 Gesammelte Schriften, vol. 6, p.39.

 Trad.de la cita :Luis Fernández Castañeda) 

 

"Walter Benjamin y los cuadros que cuelgan del palacio de la filosofía".

"El sistema [de la filosofía] tiene una estructura tal que los conocimientos de la ontología cuelgan de él como de una pared. La ontología no es el palacio. Para seguir con la imagen: los conocimientos de la ontología deben guardar la dimensión de los cuadros. Para aclarar la imagen: todos los conocimientos, mediante su contenido simbólico latente, deben ser portadores de una inmensa intención simbólica que los subordina, bajo el nombre de ontología, al sistema mismo, cuya categoría fundamental no es el conocimiento, sino la doctrina o la verdad. La tarea de la ontología es cargar de tal modo los conocimientos con una intención simbólica, que se pierdan en la verdad o en la doctrina, que desaparezcan en ellas sin por ello fundamentarlas, pues su fundamentación es la revelación, es el lenguaje.

 Volviendo a la imagen: llenar las paredes del palacio de tal modo que los cuadros acaben pareciendo las paredes mismas."

 

Monumento Port Bou

 

"Silencio de redonda", relato homenaje de Adriana Serlik

 

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