CARLOS ERNESTO GARCÍA

 

YO NO TENGO CASA

La mitad de lo que amaba ya no está conmigo

Unos (casi todos) se han quedado

Otros simplemente partieron

Mi hermano urgentemente me escribe de México:

La casa se derrumba

hay que venderla

y pienso:

es qué aún tenemos casa?

Mi padre se quedó sin comprarse aquella camisa

o aquél pantalón que tanto le gustaba

sin ir al cine los domingos

sin viajar con el que tanto soñó

y se conformó con visitar un parque

en donde mirarle el rostro al caballo

y al general que lo montaba en una estatua

Todo por comprarnos una casa

Una pequeña y modesta casa donde vivir

y a la que hoy solamente se le ocurre derrumbarse

Por mí

que se derrumbe si quiere

Si la mitad de lo que amaba ya no está conmigo

si los niños no se amelcochan frente a la ventana

y si a mi hermana se le quebró la sonrisa frente al espejo

aquella terrible noche de junio

antes de la tormenta y el canto del gallo

si el llanto metálico de un niño

no me provoca una tremenda ternura

que haga nacer una canción de amor entre mis manos

por mí que se derrumbe;

y que vuelvan a construir un día si quieren

pero será sobre cenizas

 

Mi voz

no vibrará más en sus paredes

Tus cartas de amor Mariana

no llegarán con su olor a perfume hasta mis manos

Al caer la Navidad estaré siempre lejos

y solitarias habitaciones poblarán la casa

que según cuenta mi hermano en su carta:

ya perdió sus primeros cristales

Está bien

que se derrumbe si quiere

si es así

olvidarla será mi venganza

porque yo hace tiempo

mucho tiempo

que no tengo casa.


A QUEMARROPA EL AMOR

Guardo como pequeñas piedra de mar

días de nieve

regiones habitadas por el miedo

incendios de miradas devastando las calles

reinos de abejas y de hormigas

silvestres floraciones de palabras

atardeceres bajo oscuras arboledas

lápidas polvorientas

sobre historias personales

mesas de café

desde donde controlábamos las piernas

de una mujer que no nos hizo ni caso.

 

Alojo recuerdos como piedras de mar

y ninguno termina de hacer daño

en la palma de la mano

donde los aprieto con indecente esperanza.

 

Son recuerdos

como los de un gato en el jardín

con una bala entre las patas

¿O será alguien cargando su revólver?

De un gato que llora en el jardín

¿O será mi madre

que no está en casa desde ayer?

El recuerdo de un hombre que salta la verja

y yo no tengo tiempo

ni ganas para recibirlo.

 

 

            Los impactos rompen la puerta

            mientras irrazonablemente

            la luna se aburre allá arriba

            y saltando el muro

            caigo en un estanque dorado

            a salvo de la ballena que arrasa.


EL DESCANSO DEL GUERRERO

Harto de todas las batallas

el guerrero tomó su espada

que hundió en la arena

y pensó:

Este es un buen lugar

para la muerte.

 

Indiferente

cayó la tarde.

Nadie preguntó por el guerrero.

A nadie importó el lugar escogido

para el descanso.

 

Una tormenta de arena

se encargó de sepultarlo.

Abono no fue para la tierra

sino pasto para el desierto.


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